Con el fin de la Segunda Guerra Mundial comienza a bocetarse Destino, un cortometraje de animación que prometía llamar la atención por la talla de las figuras que lo producían: Salvador Dalí y Walt Disney.
Para ese entonces Walt Disney ya había tenido coqueteos con el surrealismo en Fantasía. No es casualidad que en 1937 Salvador Dalí le haya escrito a André Bretón desde Estados Unidos: “he tomado contacto con tres grandes surrealistas americanos: los hermanos Marx, Cecil B. DeMille y Walt Disney”. Su dibujo figurativo era de alguna forma compatible con el de Dalí y tenía una llegada masiva en la que Dalí estaba profundamente interesado. Mientras el surrealismo como corriente artística agonizaba Dalí se convertía en una estrella pop. La idea de que sus pinturas tuvieran movimiento y carácter masivo no le disgustaba: nadie sabía más de esto que Walt Disney. La conjunción de estos factores, y tal vez el propio destino, forjaron Destino.
Ya para 1945 se había avanzado en el story-board. Sin embargo, por las altas pretensiones económicas de Dalí y por problemas financieros de la Disney, el proyecto quedó inconcluso.
En un intenso trabajo de archivo realizado durante la producción de Fantasía 2000 (relanzamiento de Fantasía) es que la compañía se topa con Destino y retoma la idea de finalizar el proyecto. Es relevante que más alla de su alianza comercial con Pixar, hace rato que en terreno de la animación que los Estudios Disney no embocan una.
Tal vez como forma de retomar las fuentes, tal vez por mero nicho comercial, los estudios decidieron desempolvar las joyas de la abuela, terminar Destino y lanzarlo en 2010, acompañado por un documental con las biografías de Dalí y Disney. Destino, que comparte el espíritu musical y animado de Fantasía cuenta con la garantía de ser una producción que lleva inscripta la pluma del propio Walt Disney (y de nada menos que Dalí). ¿Será la última reliquia que veremos o habrá más?
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